miércoles, 15 de junio de 2011

Artículo que me gustó cuando lo leí, y lo copio.


La mediocre universidad española -según un estudiante-

Introducción
Si hay algo que pueda decir de la universidad es que muchos de mis compañeros y de mis profesores no rendimos a un nivel óptimo. Por la actitud de estos últimos, percibo que no se sienten nada responsables del descenso pedagógico en las aulas universitarias; aunque sea evidente que son parte del problema y de la solución. En mi experiencia universitaria la gran mayoría de profesores han sido mediocres. Aunque hay excepciones, la mayoría son para mal; porque algunos son incalificables, son el uno, del uno al diez, porque no se permite calificar con cero.
Valga decirlo, muchos alumnos también somos mediocres. Pero nosotros no cobramos, o cobramos muchos menos; no tenemos tanta capacidad individual ni responsabilidad en el sistema universitario, nosotros debemos aprender y formarnos. Mientras que el profesorado debe enseñar, el profesor debe ser, incluso, un ejemplo de conducta y moral.
Antes de proseguir, dos puntualizaciones. Las siguientes circunstancias se pueden extrapolar a un buen número de facultades españolas, pero se basan en mi experiencia y apreciaciones. Segundo, esta entrada no tiene la intención de hacer una crítica al modelo público de la enseñanza; es, simplemente, una crítica de un alumno desde su pupitre, una respuesta a la postura de muchos profesores, respuesta cobarde, ya que no fue dada en su momento.
¿Estudiar… para qué?
Reconózcase o no, los jóvenes estudian, en mayor o menos parte, porque piensan que mejorarán su futura posición laboral. ¿Les beneficia a los estudiantes, que no titularían con un sistema pedagógico, titular con el actual sistema de mediocridad? Pues no, no les interesa, les interesa dedicarse a algo en lo que sean buenos. En los casos donde se produzca lo contrario, será síntoma de la actual falsa meritocracia y sistema de enchufes del mercado laboral español, de los que no escapa la universidad. ¿Les beneficia a los posibles buenos estudiantes verse arrastrados por esta corriente de mediocridad en vez de aumentar su calidad como estudiantes? ¿Les beneficia la saturación de graduados? En el cortoplacismo, estos pueden no planteárselo, pero a la larga...
Un ejemplo lo ha puesto de manifiesto la actual crisis. ¿Cuántos alumnos no renegarían de sus títulos universitarios por ser miembro de alguno de los cuerpos de seguridad? La oportunidad la tuvieron, al salir del bachillerato, cuando aún había muchas plazas en las ofertas de empleo público, ¿hubiera mejorado al funcionariado la entrada de esta juventud con, al menos, ciertas inquietudes intelectuales?
El día a día de mi universidad
A la desgana del alumnado, a la ley del mínimo esfuerzo, el profesorado responde con la misma ley, cuando no genera esta tendencia, ya que en muchas ocasiones son los profesores los legisladores del mínimo esfuerzo. Se demuestra en el día a día, durante el sinsentido pedagógico de las clases “magistrales”, de quienes se salvan los buenos oradores; se demuestra en la impartición con los mismos apuntes universitarios durante quinquenios; se demuestra con el patético sistema de evaluación: exámenes repetidos, preguntas estrellas, apertura de mano, los trabajos pachangas de (Ctrl+C)+(Ctrl+V)… Eso sí, con la legitimidad de la asistencia obligatoria —baremada con una firma, suceptible de ser falsificada—. De este modo, la presencia física del alumno en el aula, inerte e inerme, es básica en el sistema de evaluación universitario.
Los profesores y el cambio
La proliferación de universidades en España está construida con base en alumnos y profesores mediocres. Para mi carrera se puede afirmar que a los profesores no les interesa eliminar a los estudiantes mediocres, a no ser que quieran ver alterada su plácida y perezosa posición, fruto de esta proliferación. Mi carrera es una de esas en donde son habituales los alumnos de rebote, el dicho de “el que vale vale, y sino pa´empresariales” se aplica, de hecho, en mi carrera. ¿Por qué la eligen los estudiantes? Porque es fácil, así de simple —aunque algunos se justifiquen pensando lo contrario—. ¿Quiénes hacen que sea una carrera fácil? Pues lo profesores, ni más ni menos. A mis compañeros y otros universitarios: ¿alguno de ustedes no piensan acaso que sus respectivas carreras podrían ser mucho más difíciles o rigurosas? ¿No tenéis la sensación de que no estáis aprendiendo lo que debierais? Qué pasaría si fuera tan rigurosa, si nos hicieran reflexionar, relacionar, desarrollar espíritu crítico, en definitiva aprender a base de esfuerzo… pasaría un vacío de aulas. Porque, de hecho, una parte importante de alumnos no tiene motivación intrínseca para matricularse y estudiar en mi carrera; lo hacen arrastrados por la inercia, por la nota de corte y por el llamado “síndrome de la titulitis”[1].
Por otro lado, se me ocurren dos opciones para aumentar el esfuerzo estudiantil: primero, recurrir al sistema arcaico de saturación y dificultad arbitraria; segundo, trabajar en línea con el paradigma pedagógico actual, el constructivismo. La primera no implicaría un mayor esfuerzo al profesorado, pero la segunda, la correcta, si lo implicaría y mucho. Repercutiría en un mayor esfuerzo, al preparar sus clases científica y pedagógicamente. La pedagogía, ciencia olvidada en la universidad española, es necesaria y válida tanto en estudios superiores como en básicos; pero para aplicarla, primero hay que estudiarla. Además, los alumnos que cursaran en un sistema pedagógico serían más exigentes y críticos hacia sus profesores, ya que lo son consigo mismos y los profesores lo son hacia ellos.
La conclusión es clara: a la gran mayoría de profesores, de los que conozco, les interesa la proliferación de la mediocridad, para mantener ratios aceptables de alumnos; para poder mantener a tantos profesores y materias, para seguir cobrando. En cambio, al alumnado, aunque no seamos conscientes en nuestra época universitaria, no nos interesa ser mediocres, ni le interesa a la sociedad; cuando un alumno mediocre es beneficiado por este sistema, que hay muchos casos, la sociedad española es la que sale perjudicada.
La eliminación de la mediocridad en el alumnado universitario a través de un sistema de trabajo y evaluación más riguroso, más pedagógico, significaría que quedaran solo los alumnos aptos y motivados, los que pudieran transformarse en verdaderos estudiantes. Como mínimo, estaría garantizada la eliminación de buena parte de las materias optativas de mi carrera. Asimismo, me atrevería a decir que sería seria candidata a su supresión en mi universidad por falta de alumnos —sin entrar a considerar lo positivo o negativo de esta situación—. Por ello, posiblemente, tras la marcha de los alumnos mediocres, se marchen los profesores mediocres, los no motivados intrínsecamente ni aptos —paradójicamente una mejora en su desempeño laboral podría incurrir en consecuencias nefastas para sus trabajos—; así el destino de ambos colectivos es el mismo. Para los profesores, el sistema mediocre, mejor que mejor; ¡más alumnos, más profesores!, o dicho de otra modo: más mediocres, más mediocres. ¡Viva la proliferación de titulados universitarios en España!
Reflexiones para mis profesores
Parece que muchos de mis profesores universitarios no son conscientes de su profesión, o directamente le echan muchos arrestos. Su único objetivo en el aula es enseñar, pero hacen gala de su despreocupación pedagógica cada vez que entran en éstas. El más sabio en su disciplina puede ser el más inútil como enseñante. Es visible que muchos deben de ser conscientes de su nivel como docentes; muchos son pésimos y lo saben, son pésimos por su actitud y otros por su aptitud. ¿Cuántas horas creen que se deben invertir en la preparación de una clase universitaria de dos horas? Pues no menos de dos, seguro. Ellos saben que con el alumnado borreguil los problemas y el esfuerzo serán menos y livianos, simples anécdotas; se justifican: “No vale la pena prepararse las clases —además es más fácil pasar lista"—.
Así los profesores se quejan de sus alumnos, achacan sus dificultades docentes a estos últimos, eximiéndose, de paso, ellos mismos. Les planteo que se haga las siguientes preguntas reflexivas: ¿Qué le aporta mis clases al alumno? ¿Qué le aporta mis clases al alumno que no le aporte un libro? ¿Qué le aporta mi clase al alumno que venga a clase y no obtenga los apuntes por otro compañero? ¿Por qué es necesario que la asistencia sea obligatoria? ¿Qué sentido pedagógico tiene? ¿Preparo las clases con ánimo de enseñar? ¿Qué puedo hacer por mejorar mis clases? Simplemente, ¿preparo las clases? Honestamente: ¿Soy buen profesor?

Observación para ulterior disección.


Soy una mujer verdadera que siempre digo lo que pienso porque fui concebida con amor en estado puro. ¿Qué significa esto almas cándidas? Pues muy sencillo, que mi vida nunca será un camino de rosas, pero en cierto modo, creo que es la única forma de vivir. Y podéis tener la tentación de pensar que ello no me hace especial. Supongo, desde aquí que tendréis el descaro de pensar que vuestra conducta no tiene mácula pero es precisamente este razonamiento lo que os hace diferentes. No reconocéis quiénes sóis. Pues, la imagen que refleja el espejo es cómo para echarse a correr. No penséis que quiero incitar vuestra animadversión. Mientras mi inocencia me incitaba a jugar tranquilamente en los alrededores de una iglesia, me quedaba perpleja cuando a través de un acto litúrgico que me resultaba del todo desconocido presenciaba la hipocresía que se destilaba a raudales a través de las manos y los besos envenenados de seres hipócritas que creían en el Juicio Final como examen de su conducta terrenal. A pesar de que se les enseñara que Dios todo lo veía y en todos sitios moraba, no tenían remordimientos en lapidar todos los sacramentos y mandamientos habidos y por haber. En aquel momento, no era conciente de ello, pero por algún extraño don para descifrar los intrincados senderos en la mentalidad humana me quedaba petrificada hasta aquel instante fugaz que consideraba digno de observación para ulterior disección. Aquel fue mi primer contacto (que yo recuerde) de los extraños pactos no escritos que mantenían a flote esta sociedad infectada hasta el tuétano. Curiosamente, aquellos mismos seres, a los que conocía en sus facetas más polémicas , una vez que atravesaban el umbral del templo volvía a sus cuitas y como si nada hubiera ocurrido regresaban a las miradas de soslayo y a las malevicencias sin fundamento. Unos años más tarde, me cuestioné acerca de si la puerta del templo configuraba algo así como una especie de frontera imaginaria que separaba aquella atmósfera densa y cargada del ambiente enrarecido fruto de las excrecencias espirituales.

Los Ojos


Cuando ví sus ojos por primera vez , creí que se trataba de un implante de zafiros , aquellos destellos no podían tener rastro biológico . Sentí el mismo entusiasmo que puede sentir una astrónoma ante el descubrimiento de un nuevo planeta . Pero esto solo era el principio , labelleza de aquellos ojos solo representaba la vanguardia de lo que atesoraba en su interior .
Como un sediento contemplando un oasis , no podía resistirme al embrujo que ejercía sobre mí y que subyugaba todos mis sentidos . Cuando parpadeaba una podía sentir como su vida se ensombrecía por momentos , como un simple gesto podía eclipsar toda la belleza que La Naturaleza raras veces nos dispensaba en tiempos tan convulsos. Eran tan cristalinos como las paradisiacas aguas de Bora Bora y de solo pensar que aquellos ojos pudieran derramar una sola lágrima se te podía encoger el corazón . Consolaban más que un abrazo , te guiaban o te rescataban más que un fornido abrazo , era sencillamente algo extracorpóreo solo les faltaba la cualidad de hacer levitar , aunque a la larga podía pensarse que también era posible . Solo pensar que aquellos ojos podrían extinguir su brillo alguna vez podían sumirte en un pesar tan hondo como indescriptible . Por ello eran tan sublimes como peligrosos . Un arma de doble filo que podía hacerte danzar en una noria de sentimientos infinitos y electrizantes .